Friday, May 02, 2008

Don't Stop Believing!

Sunday, November 05, 2006

CONSPIRACIONES

"El 11 de septiembre no se estrelló un avión de pasajeros contra el Pentágono."

Así lo aseguran numerosos investigadores que cuestionan las tesis oficiales sobre los atentados más sangrantes jamás ocurridos. ¿Qué pasó realmente en Washington y NY? ¿Existió una trama oculta detrás de los hechos? ¿Quién se benefició de esto? ¿Las especulaciones bursátiles detectadas en los días previos a la tragedia tenían algo que ver? ¿Nos han contado toda la verdad?

Mohammed Atta . Un islamista de pelo en pecho. Un extremista fanático. A sus 33 años seguía a rajatabla la Ley coránica, y que en nombre de Alá estuvo durante varios meses pensando y planificando en más perfecto de los atentados de la Historia.

Que diseño con la fría mente del más irracional de los creyentes un plan meticuloso para secuestrar no uno sino varios aviones de pasajeros en pleno vuelo, modificar las rutas y estrellarlos contra el WTC; el conjunto de edificios más emblemáticos del planeta.

Que se había entrenado para ello en varias escuelas de aeronáutica cuya cuota mensual no llegaba a los 300 dólares. Que no le importaba sacrificar miles de vidas, si era por glorificar a su Dios y a su jefe, Osama Bin Laden. Todo… en nombre de Alá.

Sólo dos días después de la tragedia del 11 de septiembre, el FBI señala la existencia de 19 pilotos suicidas como responsables de los atentados, entre quienes estaba Atta. De inmediato, las cábalas le apuntan como uno de los hombres clave de la operación orquestada por Bin Laden.

Al parecer - según el FBI - este atento observador de las palabras de Mahoma había aterrizado el día de autos en el Aeropuerto Internacional Logan de Boston a las seis de la mañana.

Casi dos horas después, tal y como recogieron las cámaras de seguridad del aeropuerto, se sube al vuelo 11 de Americam Airlines con destino a Los Ángeles. Allí se encuentra con el resto de secuestradores, que toman los mandos del Boeing 767, con 81 pasajeros a bordo, a las 8.15 horas. Sólo cinco minutos después, toman el avión, modifican el plan de vuelo; se dirigen hacia New York; giran a la derecha, pican con maestría hasta situarse a tan sólo 300 metros de altura y sin sufrir los efectos de los “G” generados en tan inexplicable giro, hacen chocar el avión contra la torre norte del World Trade Center… Son las 8.48 horas: la guerra contra el mundo libre ha comenzado.


Pero esta versión - de la Administración Bush - presenta extraordinarios agujeros negros. Por un lado, Atta es un saudita del Golfo; allí, la terrible tradición de los terroristas suicidas ha sido siempre defenestrada por el imperante wahabbismo, al contrario de lo que ocurre con los ciudadanos árabes del entorno palestino.

Por lo que sabemos, tampoco sus costumbres parecen las propias de un musulmán que hacía del Corán su modo de vida. Un ejemplo: cuatro días antes del atentado se amarraba al cuarto vodka de la tarde en un bar próximo a Miami, un cubeta de ron Captain Morgan con Coca-Cola… ¿Un árabe fundamentalista emborrachándose un viernes, el día sagrado?

También – no puedo negarlo - resulta sospechoso que los secuestradores del vuelo 11 se dejaran un panfleto de instrucciones de vuelo en el coche junto con retratos de Bin Laden. O que fueran capaces de pilotar una fortaleza ingobernable como es un Boeing 767 durante media hora, efectuando giros complejos a baja altura y dirigiéndolo como un misil hacia las Torres Gemelas sólo habiendo pilotado hasta ese momento pequeñas avionetas Piper y Cessna .

O que uno de los pasaportes de los suicidas hubiera sido encontrado casi intacto el día de los hechos entre los escombros de las Torres Gemelas logrando sobrevivir a los 1.000 grados de temperatura que durante horas asolaron el WTC. ¡Oh come on! Give´me a break!

O -y esto ya no es una conjetura - que su nombre, como el de ningún otro ciudadano árabe, no aparezca en las listas oficiales de quienes se subieron al vuelo 11 de American Airlines …

El paso del tiempo quizá nos ha hecho olvidar muchas de las informaciones que los medios de comunicación ofrecieron minutos después de la tragedia.

La CNN , por ejemplo, barajó entre las primeras hipótesis la posibilidad de que los aviones suicidas hubieran sido teledirigidos.

En este mismo sentido, el diario de Bahrein, The Gulf News, propuso un escenario alternativo en clara oposición a las versiones oficiales. Se basaban en los estudios del piloto de líneas aéreas Ishaq Kuheji, para quien resultaba en todo punto imposible que pilotos sin experiencia hubieran sido capaces de manejar los mandos del Boeing con la precisión de un veterano. En su opinión, resulta más factible pensar que los sistemas de navegación de los aviones fueran programados con anterioridad, lo cual explicaría el por qué de las complejas maniobras efectuadas por los aviones antes de chocar contra las torres gemelas.

EL PENTÁGONO

Pero si los atentados de NY presentan dudas más que inquietantes, el ocurrido en el Pentágono es hoy por hoy un auténtico pozo de incoherencias. En el momento de escribir estas líneas, un fenómeno editorial sin precedentes "invade" Francia. Allí acaba de publicarse el libro La terrible impostura, de Thierry Meyssan , el responsable de la organización crítica Red Voltaire , formada por políticos, periodistas, intelectuales y profesionales de diversos campos. Meyssan y su grupo se han caracterizado siempre por su defensa de los derechos humanos y por su oposición a los poderes establecidos cuando estos ocultan al pueblo la verdad sobre los hechos. Entre otros logros, a Meyssan se debe el fin del asalto político que llevó al ultraderechista Le Pen a cosechar éxitos electorales.

Meyssan, en su polémico libro, expone una serie de pruebas que ponen en jaque las versiones oficiales sobre los hechos del 11 de septiembre de 2001.

Asegura en el libro que detrás de los atentados - amén de Bin Laden y sus socios - podrían encontrarse determinados órganos del ENTABLISMENT político y militar de los Estados Unidos. Las críticas no se han hecho esperar. La gran prensa ha sido muy beligerante con él, y las autoridades políticas norteamericanas han recurrido al manual del descrédito para desautorizarle.

Sin embargo, sus sospechas tienen fundamento: "Esa fuerza inmisericorde han dejado, sin embargo, en pie la casi totalidad de interrogantes que ha suscitado el 11 de septiembre y que es imperativo contestar”, escribía el columnista de El País José Vidal-Beneyto el pasado 6 de abril a propósito de La terrible impostura, que vendió 120.000 ejemplares en pocos días.

Las nuevas preguntas y dudas "brincaron" cuando la cadena NBC daba a conocer la filmación del atentado contra el Pentágono. La secuencia, de cinco fotogramas, muestra cómo una terrible explosión se produce en la base del edificio. En un principio, las informaciones aluden a que fuentes del FBI dieron a conocer las imágenes. Luego se sabrá que no: alguien las filtró sin autorización… ¿Por qué? La razón podría esconderse en la misma secuencia, en la cual no se observa ningún avión de pasajeros chocando contra el emblemático edificio.

Sólo tras visionar la filmación repetidas veces se observa cómo a ras de suelo, un pequeño objeto alargado de pocos metros de longitud, se aproxima al edificio un instante antes de alcanzarlo originando la explosión. Sin duda, no es un Boeing… Pero, ¿de qué se trata?

Al observar la filmación, uno no puede menos que razonar algunas preguntas.

Ciertamente, y casualmente, sólo unos días antes de que se filtrara - los indicios apuntan al seno del Departamento de Defensa - la filmación, Thierry Meyssan ya había mostrado una serie de pruebas que parecían poner en duda la versión oficial del incidente. Diversas fotografías que se convirtieron en argumento de peso para sostener sus tesis.

LOS TESTIGOS DEL ATENTADO.

Vayamos por partes. Cuando las dudas sobre los hechos del Pentágono emergieron -seis meses después de la tragedia- rescate un inmenso archivo documental que reuní sobre los atentados. En concreto, centré la búsqueda en las informaciones que se ofrecieron minutos y horas después de los sucesos. Y en ellas se han encontrado pistas más que sospechosas.

Recordará el lector que cuando se produjo el atentado sobre el Pentágono -a las 9.43 horas de la mañana- el planeta llevaba una hora estremecido con las imágenes del Word Trade Center. Los primeros teletipos informaban no del impacto de un avión, sino de una explosión en el interior del Pentágono. Luego se hablaría de dos deflagraciones, e incluso de un camión-bomba. La existencia de un avión involucrado sólo aparece una hora después de los hechos, cuando la cadena de televisión ABC alude a un testigo que observó "un pequeño avión sobrevolando el Pentágono."

Sólo entonces, esta tesis cobra fuerza y se recuerda que a las 9.10 horas se había perdido el rastro de un avión que había despegado desde el aeropuerto Dulles de Washington rumbo a Los Ángeles. Al parecer -según informaciones posteriores- el avión dio media vuelta cuando se encontraba sobre Ohio, dirigiéndose de nuevo hacia la capital. En ese momento, se pedió su señal por radar.

Sin embargo, los testigos del incidente de Washington brillan por su ausencia. Katty Kay, corresponsal en la capital de Estados Unidos del diario The Times, es quien recoge los primeros testimonios. Uno de ellos es el de Alan Graham, que estaba aparcando su coche a 300 metros del gigantesco edificio cuando "oí un tremendo ruido; pensé que se trataba de un avión que pasaba sobre mi coche hacia el aeropuerto." Pero Graham sólo oyó el avión… No lo vió.

Tampoco observó el supuesto avión otro de los testigos presénciales, el asesor del Partido Demócrata Paul Begala: "Ví una gran bola de fuego anaranjada", diría.

"Como la estela de un avión", añadiría Dave Winslow, reportero de la agencia de noticias Associated Pess. Ninguno de ellos – insisto - vio un avión… Y quienes lo vieron, no dudan en calificarlo de "pequeño", como informaría un testigo ocular a la ABC.

Otro, Michael Kelly, explicaría a la cadena competidora -la CBS - lo siguiente: "Ví un avión que venía por encima, a muy baja altura, y lo próximo que vi fue una tremenda explosión. Era un avión pequeño". Lo que no pudo precisar es si ese avión impactó o no contra el edificio; nadie asistió a esa escena. Ni siquiera un testigo perfectamente ubicado, el periodista español Javier Sierra (no confundir con el antiguo coordinador internacional de Año/Cero y actual director de Más Allá).

Sierra se encontraba junto al río Potomac, tomando un café en una terraza y leyendo la prensa: "Absorto en mi lectura, pasaron los minutos casi sin enterarme. De repente, oí el ruido efímero de motores de avión, seguido de una enorme explosión que conmocionó a personas y objetos por igual. Me asomé hacia la derecha y vi una bola de fuego naranja mezclada con una espesa nube de humo negro levantarse sobre lo que todos sabíamos que era el Pentágono." Sin embargo, tampoco fue testigo directo del impacto del avión. Sencillamente, no los hubo.

De acuerdo a la versión oficial, en un principio, el avión parecía dirigirse hacia la Casa Blanca. Sin embargo, prosiguió su rumbo - en dirección hacia la cara del Pentágono en donde se encuentran las oficinas de los altos cargos - y al superar el río Potomac efectuó un giro para estrellarse en la cara opuesta, justo en un sector del edificio que casualmente, en contra de lo que afirmaban las primeras informaciones, estaba prácticamente desocupado, puesto que había sido reformado recientemente y los funcionarios aún no se habían ubicado en las oficinas.

Pero un análisis crítico de los hechos vuelve – nuevamente - a torpedear la versión oficial.

De acuerdo a los datos ofrecidos por el Gobierno de los Estados Unidos, [léase la Administración Bush] el avión efectuó tras sobrevolar el río un giro de 180 grados… a casi 700 kilómetros por hora de velocidad. Así pues, esta maniobra se habría realizado a 10 G, una aceleración en contra de la gravedad que no puede ser asumida por piloto alguno. Para que nos hagamos una idea, un F-16 puede ejecutar maniobras de hasta 9 G, el límite de lo que soporta un cuerpo humano.

Un Boeing, claro está, no puede emular tal maniobra y, mucho menos, un piloto sin experiencia. "Además, la maniobra, según los pilotos consultados, habría hecho perder al piloto el mando del avión" , asegura Joe Vials, un investigador privado que ha estudiado los hechos del pasado 11 de septiembre, concluyendo que es prácticamente improbable pensar que el piloto suicida, tras el brusco giro, hubiera sido capaz de enfilar el Pentágono a baja altura en una maniobra de aterrizaje, cuando según el FBI fueron precisamente los aterrizajes y despegues lo que menos importaba a los suicidas cuando se instruyeron en escuelas de vuelo.

Casualmente, el único testigo de los acontecimientos que narra una versión coincidente con la oficial es el capitán del Ejército Lincoln Liebner. Aseguró horas después de los hechos que vio el avión de Americam Airlines, que primero chocó contra un helicóptero y luego contra el Pentágono. Nada de esto, sin embargo, se observa en la filmación de los hechos…

Why did WTC buildings 1, 2 and 7 collapse?: Were there explosives planted?

This video focus is particularly on the collapse of WTC 7 which was not hit by a plane and had only a few small fires. The reason for the collapse of this building is officially unexplained to this day. Unofficially, the video and the associated evidence indicate that the collapse was most likely the result of explosives planted in the building ahead of time.